Preparación:
Lo primero es dejar lista la cola de toro: puedes ver cómo se hace aquí.
Una vez que se enfría, la deshuesamos y la trituramos junto con las verduras y parte del propio caldo que nos habrá quedado, hasta conseguir una masa fina. Después le añadiremos un poco de bechamel, para que quede más suave.
Rellenamos los canelones con esta masa, los colocamos en una bandeja engrasada con mantequilla, cubrimos con la bechamel, espolvoreamos por encima abundante parmesano rallado, gratinamos y ¡listo!
Preparación de la bechamel:
- 30 gr. Mantequilla, 60 gr de harina, 600 gramos de leche, 1 cuch. aceite, nuez moscada, pimienta y sal
Derretimos la mantequilla. Añadimos la harina y rehogamos sin que tome color. Añadimos la leche poco a poco, moviendo con las varillas para que no se formen grumos. Sazonamos con sal pimienta y nuez moscada. Cocemos hasta que esté hecha, sin parar de remover (una media hora).
7 comentarios:
¿Ves...? Esto sí tiene enjundia... que la Lu últimamente ná más que nos despacha forrajillo...
Don Carrascus, quédese usté tranquilo, que en este blog nos tomamos muy en serio las cosas del comer: eso de verduritas y gilipolleces está terminantemente prohibido por estos lares. Ni siquiera como guarnición (que pa eso están las papas fritas)
Mucho indie, pero a la hora de menear el bigote, Don Carrascus no tiene reparos en unirse a la causa rockera integrista... jejeje.
Es que lo de la buena comida es indiependiente de los gustos musicales de cada uno.
Qué humorismo, Carrascus. ¡Traidor!
Koloke, te hago la ola, esos canelones no son de este mundo.
Don Carrascus, sigue usté con su sibilina labor de zapa, pero se lo perdonamos porque hoy la entrada no era musical.
Maese, en efecto, la cola de toro es puro rock: los indies, por contra, comen lechuga y cosas crudas y miran las etiquetas del bollicao antes de dárselo a sus nenes (y al final no se lo dan porque tiene grasas trans, teskiyá)
Amore, mis canelones de cola de toro simplemente están tan ricos como tus cocretas de ídem.
¡Vamos con el raboooo!
Pero, por Dios bendito... entre las redondeces de la Belucci y los canelones de rabo de toro, estoy ya al borde del desquicie.
¡¡¡Penitentiágiteeee!!!
No pueo má, oiga.
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